Notas sobre Sir John Feelgood
Recordemos siempre que soñar es buscarnos.
Fernando Pessoa
1. “Estamos tristes y sobreentretenidos”
He pasado algunos días en estos dos años que son un año gigante viendo videos de entrevistas a David Foster Wallace. Siempre hay un momento el que me pierdo en el wormhole algorítmico, en la mismidad obsesiva. Qué bien se siente la caja de resonancia. En una de las entrevistas, el escritor mencionó que a los veinte años tuvo una crisis de mediana edad, a saber, cuando cumplió su deseo, que consistía en un modesto éxito como escritor e intelectual. La crisis va básicamente como van muchas crisis: darse cuenta de que aquello que se pensaba brindaría felicidad, no la da. De esto ya nos había dicho la poeta Gertrude Stein: No hay ahí ahí. Agregaba Foster Wallace que tener una crisis de mediana edad a los 20 no vaticinaba una larga esperanza de vida. Escuchar esto en la entrevista, para mí, fue como si el punto final de su vida fuera parte del significado que quería asignarle. Su última novela.
Mi relación con la ficción es paradójica. Por un lado, la ficción es un vehículo de conexión que tenemos con alguien más, un medio también para hablar de une misme. Por otro, me gusta pensar la ficción desde el concepto de capacidad negativa de Keats. John Keats consideraba que el arte suponía la “capacidad de ser y vivir en la incertidumbre, Misterios, dudas, sin la persecución rabiosa de hechos y razones”. Es el poder, fundamentalmente, de escaparnos de la cacofonía de nuestra autoconciencia y sus contenidos. Selflessness o el desinterés por el ego: apertura, porosidad de uno al todo, la identificación plena con lo contemplado, con el objeto en sí: el éxtasis. Keats se ha vuelto indistinguible de sus odas a urnas griegas o a ruiseñores.
Al leer a Foster Wallace me siento ante una escritura envuelta en sí misma, tremendamente autoconciente, trágica, que se mueve alrededor de lo que Linda Hutcheon llama narrativa narcisista, relato que como Narciso en el mito griego, menciona Hutcheon, “es intensamente consciente de su propia existencia, y continuamente busca llamar la atención sobre sus propios procesos de narración y estructuras lingüísticas”. Más que un gesto de posmodernidad, como creo buena parte de la crítica de Foster Wallace ha interpretado (y, más o menos, ha ubicado sus textos), la autoconciencia de una narración apunta también a una crisis del sentido de la narrativa misma. Como en el narcisismo, el odio a sí mismo y el amor a sí mismo son una pulsión indivisible. Existe mucho narcisismo en odiarse, dice Wallace, puesto que seguimos pensando solo en nosotros. Donald Trump seguiría en Twitter si lo dejaran.
2. ¿Cuál es el punto de una historia? ¿Cuál es el punto? ¿Cuál es el punto de una historia que termina?
Uno de los temas que suelen aparecer en entrevistas con Foster Wallace, y en sus narrativas, es la relación de los seres humanos con el aburrimiento, y especialmente, la gran promesa fallida de los medios masivos por aliviarlo. En The Broom of the System e Infinite Jest el ruido subyacente de canales de noticias, golf televisado y publicidad paradisíaca funcionan como una suerte de telón a la tragedia de ser. El tedio, esta confrontación con el cuerpo invisible de nuestro vacío, es el enemigo. Solo podemos huir.
El control remoto nos jodió, apunta el escritor, quién no llegó a ver TikTok o Instagram. No me interesa dar estadísticas de depresión o ansiedad ni del uso de redes sociales, esto lo ofrecen las mismas redes sociales, para alarmarnos por otro tipo de narrativas narcisistas, pero me interesa la idea del “escape” del aburrimiento, y el papel de la literatura en esta huída del mundo.
La lectura nos puede ayudar a enfrentar el tedio o la rutina y, potencialmente (o al menos momentáneamente), nos libera de este. La actividad de imaginar otra vida, otros seres y otras circunstancias constituye el pilar del entretenimiento. Olvidarnos, aunque sea por un rato, de nosotres mismes. Añadiría que quizá por esto Foster Wallace escribía.
Es lugar común la relación entre arte y neuroticismo, ¿pero hay algo más allá de la escritura que no sea narcisismo? ¿Hay algo afuera del narcisismo? El narcisismo suele operar en absolutos. Wallace se quejaba en otra entrevista con Charlie Rose de que “feministas blancas” argumentaban que él, un hombre blanco, a través de su escritura, buscaba imponer su falo en la consciencia nacional creando novelas enormes. Tal noción le parecía insoportable de admitir.
Linda Hutcheon señala que Freud fue quien confirió al narcisismo el estado de “condición original universal” convirtiéndolo en la base de más que solo comportamientos patológicos. Esta “condición original” es la base de nuestra realidad psicológica. Aunque, es forzorso mencionarlo, dicho estado humano seguramente se relaciona con el narcisismo del mismo Freud.
Supongo que las historias son las únicas armas que tenemos contra la oscuridad del universo. Hemos hilado relatos y asignado nombres a las estrellas cuando contemplamos el cielo para evitar ver hacia la nada, o al menos para sentir que nos acercamos a algo. Qué encontramos valioso o qué estrella seguimos en una realidad fragmentada se vuelve una pregunta cada vez más insistente. La ficción parece seguir la misma trayectoria, no puede evitar hablar de nosotres.
3. Hambre de silencio
Leer para mí involucra estar usualmente sentado en silencio, por lo general, y la soledad también suele ser una condición de la lectura. La llave de nuestro ser, o al menos, su versión más genuina, se encuentra en nuestra soledad, en medio del tedio, o sea, en nuestra condición de lectura o de percepción pura. La pregunta por quiénes somos va de la mano con la búsqueda de entenderlo, es decir, somos la exploración.
Nuestra cultura busca llenar el silencio con entretenimiento, en cualquiera de sus formas. Nos es cada vez más difícil sentarnos solos y callados, con un libro o sin él. Estamos hambrientos. “La gratificación instantánea toma demasiado tiempo” se queja Suzanne Vale en Postcards from the Edge. Pensar continua y obsesivamente en nuestra gratificación es la mentalidad de la adicción y, en buena medida, creo que también la mentalidad de los tiempos. El mercado absorbe absolutamente todo. O como posteaba alguien en Quora: “¿Perseguir la felicidad nos causa dolor?”.
En un artículo del The New Yorker, “On Boredom,” Sally Law cita a D.T. Max, autor de Every Love Story is a Ghost Story: A life of David Foster Wallace, sobre la novela sin terminar de este, The Pale King, para referirse al aburrimiento. El artículo de Law sale en el 2009, un año después de que Foster Wallace decidiera terminar su vida.
The Pale King retrata a varios trabajadores de la IRS (Internal Revenue Service o Servicio Interno de Recaudación) con la capacidad de alcanzar estados de mayor conciencia a través del aburrimiento y la monotonía de su trabajo. Esto lo parecen lograr a través de una concentración tranquila. Law cita a Max: “El aburrimiento, sugiere The Pale King, en última instancia, los libera”. Continúa:
Una nota mecanografiada que Wallace dejó en sus papeles presentaba la idea de la novela: ‘La dicha, una alegría y una gratitud segundo a segundo por el regalo de estar vivo, consciente, se encuentra al otro lado del aplastante, aplastante aburrimiento. Preste mucha atención a lo más tedioso que pueda encontrar (declaraciones de impuestos, golf televisado) y, en oleadas, un aburrimiento como nunca lo había conocido lo invadirá y casi lo matará. Si los supera, es como pasar del blanco y negro al color. Como agua después de días en el desierto. Felicidad instantánea en cada átomo.
The Pale King, su novela incompleta, fue publicada en el 2011 a partir de manuscritos que Wallace dejó a su esposa, agente y a su amigo y editor, quien la compiló también. Creo que Emily Cooke tiene mucha razón en su artículo sobre Wallace al apuntar que si Infinite Jest trataba sobre “la adicción, el entretenimiento y la distracción –sobre escapar de la verdad–“, The Pale King se interesa por lo opuesto: el aburrimiento, la atención, la observación fija del mundo, en vez de poner la vista en otro lugar.
Somos atención pura. Quizá solo podamos apreciar esto cuando nos observamos desde un lugar diferente del monólogo interior, de las historias que buscamos y nos contamos de nosotres, fuera de nuestra cultura que nos bombardea con contenido, música, series, películas, libros, etc. Dice otra nota de Wallace, en el artículo de Law: “Son raros, pero están entre nosotros. Personas capaces de lograr y mantener un cierto estado estable de concentración, atención, a pesar de lo que estén haciendo".
La verdadera consciencia de nuestro ser es lo que intentamos siempre evadir colectivamente. Sobre esta economía de la atención y la distracción nos dice The Pale King:
Para mí, por lo menos de forma retrospectiva, la pregunta interesante de verdad es por qué el tedio resulta ser un impedimento tan poderoso para la atención. Por qué nos apartamos instintivamente de lo aburrido. Tal vez sea porque el aburrimiento es intrínsecamente doloroso; tal vez sea de ahí de donde vienen expresiones como «aburrimiento atroz» o «aburrimiento mortal». Pero puede que haya más. Puede que el aburrimiento esté asociado con el dolor psíquico porque algo que resulta aburrido u opaco no consigue suministrar el bastante estímulo como para distraer a la gente de otra clase más profunda de dolor que está siempre presente, aunque solamente sea a un nivel ambiental muy bajo, y que la mayoría de nosotros nos pasamos casi todo nuestro tiempo y energía intentando distraernos para no sentir, o por lo menos para no sentirlo de forma directa o con toda nuestra atención. Cierto, todo esto es bastante confuso, y cuesta hablar de ello en abstracto... pero está claro que tiene que haber algo detrás no solamente del hecho de que haya hilo musical en los lugares aburridos o tediosos, sino de que ya hayan puesto hasta televisión en las salas de espera, junto a las cajas de los supermercados, en las puertas de embarque de los aeropuertos o en los asientos traseros de los coches todoterreno. Walkmans, iPods, Blackberrys y teléfonos móviles que se ajustan a la cabeza. El terror al silencio carente de distracciones. No se me ocurre nadie que hoy día crea realmente que la supuesta «sociedad de la información» actual sea una simple cuestión de información. Todo el mundo sabe que en el fondo hay algo más.
El término griego para éxtasis, έκ στασις, remite a un estado de conciencia de desplazamiento, al estar fuera de sí o fuera de su lugar, de reunión con el todo. El éxtasis supone el desvanecimiento de las narrativas propias y del mundo. Las narrativas, narcisistas o no, quizá constituyen lo único que nos separa de esta percepción base y universal, simultáneamente, también nos pueden acercar a la atención plena. Las historias son puentes que se queman.
4. ¿Deben terminar las historias?
Sinceramente nunca he terminado de leer The Pale King, que ya de por sí es un trabajo incompleto. No está mal abrazar lo inconcluso de la vida. A veces me aburro cuando la leo.
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