‘Otoño', de Ali Smith
Otoño es el primer libro del “Cuarteto estacional”, que publicó recientemente la escritora escocesa Ali Smith. Publicitado por el mercado editorial como una novela fundamental para entender el Brexit, habría que decir, de entrada, que esta obra rehúye de ser un comentario político y que nunca se limita a ningún tipo de denuncia caricaturesca. En su lugar, la autora ha dibujado un paisaje de mayor complejidad y calado, atendiendo a distintas voces y registros, donde se presenta el detalle cotidiano y directo, el dato histórico o farandulero, e igualmente el mundo onírico, el de la ensoñación y la rememoración poética.
La novela, en sus trazos más gruesos, corresponde a una suerte de elogio de la amistad. Elisabeth, el personaje principal, es una profesora de arte treintañera que, con un salario precario, tiene que hacer frente a las tramas burocráticas de un Estado cada vez más impersonal y desboronado, mientras convive con una madre algo volátil y atiende a su mejor amigo: el señor Gluck.
Daniel Gluck –otrora bailarín y escritor de canciones– fue vecino de Elisabeth cuando esta era niña y él ya era un anciano de ochenta años. Una asignación escolar propició que ella se acercara a él para indagar sobre su vida. Fue así como terminaron trabando una fuerte e imperecedera amistad. El señor Gluck –que en el tiempo presente cuenta con más de cien años– aparece en la novela de manera indirecta mediante las evocaciones de Elisabeth, que lo reconstruyen desde una cariñosa remembranza, dada por las conversaciones empáticas y los lúcidos descubrimientos, donde figuran las invitaciones a la imaginación, las conversaciones sobre libros y la reflexión sobre la propia amistad.
No obstante, la propia voz y las memorias de Daniel Gluck se encuentran también en la novela, esta vez desde un enorme lirismo y una construcción más indirecta y metafórica. El paso del tiempo, el enamoramiento y la distancia de lo vivido frente a lo evocado se revelan mediante imágenes de ensoñación y confusión. Un registro que, aunque distinto, no desentona con aquellos tramos de la novela que atienden al momento presente.
A propósito del momento presente, habría que mencionar que Ali Smith se propuso desde un principio “publicar un libro casi en tiempo real”. Cada una de las novelas que conforman este “Cuarteto estacional” fueron publicadas escasos meses después de haber terminado de ser escritas, retando así los dilatados periodos de edición literaria habituales. Asimismo, esto permitió a la autora publicar cada una de las novelas durante el otoño del 2016 y el verano del 2020, coincidiendo la publicación de cada una con la estación temporal que les da título. Esta dinámica de creación y publicación literaria fue propicia para que el tiempo presente figurara con relativo protagonismo, pero con el tino de que nunca las obras se volcaran en un mero presentismo: favorable para el mercado editorial y anuente a una rápida caducidad temática.
Otoño es una novela que retoma lo mejor de la tradición moderna de la literatura –no son gratuitos los guiños a Charles Dickens y otros autores canónicos a lo largo del texto–, pero que también hace acopio de las inquietudes de la vanguardia y la literatura más experimental. Así, Smith convoca al “yo abierto” de la literatura moderna y rehúye al solipsismo que es hoy tendencia en las narrativas autorreferenciales, invitando con entusiasmo a que el lector sea parte activa y dinámica de la construcción de sus historias, de manera que su novela se revierte en un portentoso espacio, sugerente y provocativo. Nunca se cierra a una lectura unívoca ni unidireccional, como aquella que quisiera encorsetar este ámbito creativo y abierto dentro de una etiqueta pobre y limitante, que acude al Brexit como gancho.
Sin embargo, habría que advertir, Otoño sí logra atender múltiples aspectos luminosos para interpretar el desgarramiento propio de la sociedad británica en los últimos años. Algunos de los pasajes de la novela dan cuenta de la confusión y el desconcierto propios de una sociedad dividida y en conflicto: el triunfo se vive simultáneamente como fracaso, y la alegría es también desasosiego y angustia. Incluso acudiendo al humor y la sátira inteligentes, Smith logra retratar la condición absurda y aprehensiva de un Estado que no logra ser amable y se apertrecha en la fría y arrogante burocracia, desde la cual omite cualquier demanda o petición.
Aunque, de nuevo, estas crónicas de carácter más político y abocadas al momento presente, que tratan la fugacidad, la división y la crisis, no son solo retratos limitados a la inmediatez: son parte de un conjunto coherente que atiende con igual esmero tanto la quietud del sueño y la memoria, como el sosiego del pensamiento, del paso del tiempo, de la amistad y el amor. De tal suerte, la autora logra concertar con maestría las evocaciones cariñosas de Elisabeth y las imágenes poéticas y oníricas del señor Gluck, a la par de las experiencias cotidianas al lado de su madre, las notas biográficas de Pauline Boty: artista plástica británica, cuya vida abre paso a una lectura particular de la amistad entre Elisabeth y el señor Gluck, así como de la propia sociedad británica durante la segunda mitad del siglo pasado. Aspecto también recuperado mediante las notas más faranduleras de Christine Keeler y el “Caso Profumo”.
Todo esto configura una novela abierta y compleja, que combina con sagacidad e inteligencia variados registros narrativos, distintas voces e imágenes que se vinculan desde una atención específica al paso del tiempo y la amistad. El afecto acaba siendo esa argamasa que lo sigue sosteniendo todo, a pesar del abatimiento de sentir que estamos viviendo en “el peor de los tiempos”: el tiempo de la división y la hostilidad, en donde –como señala la propia Elisabeth en la novela– las personas hablan sin que lo que digan llegue a convertirse en diálogo.
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Otoño, Ali Smith. Editorial Nórdica. Traducción de Magdalena Palmer. 2020, 228 pp.