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Dos poemas de María Musgo

*

Hay poesía que me gusta,
que brilla:
hay poesía que tiene algo que es
parecido a un destello:
como una luz de faro en medio de la nada,
una luz que tintinea,
que palpita,
que grita en silencio “Es aquí”.
La poesía que me gusta
me gusta porque me enseña algo:
algo que es siempre más
certero que cualquier definición,
algo que desborda el significado
y que abre en mi pecho una raja nueva
y me hace respirar mejor.
Entonces:
el lenguaje no es la vida,
el lenguaje da órdenes a la vida,
la vida no habla,
la vida escucha
y espera.

*

Entra el sol por la ventana
y a media tarde llega hasta la cama.
Yo me acuesto y espero ser cubierta
por el calor de los rayos.
Cierro los ojos
y siento que la luz se interna
en mis brazos,
entonces abro los ojos
y miro el acto:
la luz que me atraviesa en esta cama,
donde me saltan las lágrimas,
a veces por el golpe de claridad
después de lo oscuro,
a veces simplemente por sentir la dulzura
de algo parecido a unos brazos inmensos
que me acarician.
Entonces vuelvo a cerrar los ojos y esta vez
los aprieto porque no sé si
seguir llorando
o voltear el cuerpo en su contra y dormir.
Quito corriendo mis brazos de la luz
y continuo inmóvil, con un dolor impasible
y una bruma de conciencia.
Nunca he sabido qué viene después.

Fotografía de María Musgo.