La pérdida de un padre morado y fifa
Dos reflexiones sobre la muerte de mi padre en torno a la selección mexicana.
I
Nunca me ha gustado responder llamadas y el día que se murió mi papá no fue la excepción. Vi que el teléfono vibraba y las llamadas se perdían. Me decían por mensajes que contestara y yo les decía por mensajes que me confirmaran si él ya había muerto o no, pero insistían en que contestara las llamadas y yo en que lo hicieran con mi pregunta. Pues, sí, me dijeron. Y yo seguí dando clases. Al rato fui al baño y les dije a mis jefes lo que pasó, y que yo quería seguir dando clases ese día y el resto de la semana, mi papá murió un martes, que por favor me dejaran hacer eso. Me dijeron que adelante, pero que por ellos me fuera y volviera el lunes siguiente. Los mensajes y las llamadas siguieron, y ya cuando fue mi mamá quien me dijo que ocupaba que fuera para ver el paso del féretro del hospital al cementerio, tuve que frenar mi clase, explicarles la situación a mis estudiantes, a las que les tenía mucho aprecio, y salir corriendo en Uber a Desampa, consciente poco a poco de lo que había sucedido.
Cuando llegué a la casa me sentí juzgado por muchos de los que ahí acompañaban a mi mamá que me abrazó y se rompió a llorar, mientras yo era un palo que le decía que todo iba a estar bien. Ese mismo día pensé en Johan Venegas que jugó un clásico a pesar de encontrarse en la misma situación que yo pasaba, y en la forma en que muchos aplaudieron el hecho de que aun así consiguiera anotarle al eterno rival de turno. Nadie me aplaudió a mí esa vez lo bien que expliqué la diferencia entre el pretérito simple y el imperfecto ni pude celebrarlo con los dedos apuntando al cielo como dedicatoria al padre que me dejaba.
Ese año en la Copa de Oro el mexicano Dos Santos se vio en la misma situación que Venegas y yo y también decidió seguir trabajando. No lo imagino entrando después de eso en un cuarto donde su madre estuviera llorando y que muchos lo vieran como un insensible o un imbécil por seguir haciendo lo que hacía antes, que es lo que le da de comer y lo que lo distrajo en ese momento y le permitió ignorar por 90 minutos el mundo que se le había acabado. Por el contrario, Dos Santos fue y siempre será visto como héroe, igual que Venegas aquella vez.
La verdad es que los futbolistas no son como nosotros y tienen licencias que los que éramos
escogidos de últimos en las mejengas del recreo no podemos darnos.
II
Mi papá fue al 3 a 3 del 97 en el Azteca y me trajo una camisa del Tri y a mí me valía picha el fútbol y no haber ido a Francia. En el siguiente partido eliminatorio en ese estadio en el 2001 me enamoraría de Rolando Fonseca y de este deporte que me unió con mi tata por el resto de sus años. Casi, casi pago 90 y resto el año que se murió para ver a México en el Nacional, como una especie de cierre de ciclo de todo esto o algo así. Al final tuve que pagar el alquiler y el IVA y hacerle un sinpe a mami para que se ayudara con las compras de la casa.
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