Querido buen muchacho
Nunca has dicho que una chica «no es material para novia» porque ha cogido con demasiada gente a la que conocés. Hasta podrías insistir en que nunca has sido parte de una conversación como esa. Qué tal esto otro: ¿alguna vez has escuchado a alguno de tus amigos decir que otro mae es un playazo o un maricón, porque se enamora o porque coge poco? ¿Tampoco? Vamos, amigo, hacé un esfuerzo: loca, playo, marica… ¿Ni en chingue? ¿Ni vacilando? Estas interacciones son comunes: una las escucha en los asientos de atrás del bus o escapando por las puertas entreabiertas del vestidor del gimnasio. Si los maes hablan así delante de nosotras, ¿qué dirán cuando no estamos?
Nunca has dicho que una mae es una zorra. Nunca has reenviado el video sexual que tu compa mandó al grupo de Whatsapp y que no sabés de dónde salió, ni si es privado o si la dueña dio permiso para que lo viralizaran. Nunca has tratado de meterle mano a una chica pasada de tragos. Y jamás, nunca en la vida, has escuchado «sí» cuando una mae te está diciendo «no». De verdad, con toda la honestidad del mundo, te juro que me alegra montones que me digás esto.
¿Sabés que siempre me he preguntado por qué cada vez que este tema sale a flote en una conversación vos sentís la necesidad de aclarar que no todos los hombres son iguales? Vos sos diferente. Tus amigos son diferentes. No conocés a ningún patán nivel violador de cantina. Y estás odiando el «tono condescendiente» en el que te hablo. ¿Nunca te has imaginado lo liberador que podría ser reconocer, aunque sea una vez en la vida, que tal vez ese 90 % de tus conocidas, amigas, familiares, amigas de amigos dicen la verdad cuando cuentan sobre la vez que un mae les agarró una teta en la calle, o les dijo que qué rico se les marcaba el panocho con ese pantalón, o las arrinconó en una fiesta y aunque ellas se quitaban y se quitaban el mae insistía e insistía y ellas terminaron llorando en una esquina muertas del susto, avergonzadísimas, preguntándose si al chile sería su culpa por busconas, por zorrencas o borrachas? De hecho, si la estadística no falla, es bastante probable que conozcás a un acosador. Puede que alguien de tu círculo de amigos cercanos haya violado a alguien. Podría ser que un primo tuyo le haya pegado a la novia…
Amigo, querido. Querido hombre bueno. Quiero contarte algo. Juro que no te estoy femisplicando nada. Fijate que luego de muchos años de observación, viajes, lecturas y trabajo en el campo, he conocido gente de muchos estratos socioeconómicos, y me he dado cuenta de que si hay alguien en el mundo que valora la vida, es la gente que tiene la muerte tocando la puerta constantemente. Con esto lo que quiero decirte es que, si bien estamos rozando la última colita de vómito de la postmodernidad, y todo es relativo y hay muchos matices y los binarios son terribles, en general necesitamos referentes para entendernos. Vos mismo lo hacés. Vos mismo te definís como «bueno» porque hay «cosas de malo» que no hacés. Hay un malo que te hace ver bueno. Un malo del cual sos diferente. Pero si tenés eso tan claro, ¿por qué te cuesta tanto entender que no hablo de vos cuando se me escapa un grosero «es que por culpa de los maes no podemos tener nada bonito», o el típico «no existe un mae que no sea un poco machista»?
Hay una hermosa paradoja arquetípica de las relaciones entre hombres y mujeres. Puede ser que te educaran en ella: una princesa indefensa, secuestrada por un dragón, y un caballero bueno y valiente que va, la rescata y a cambio de eso obtiene la mano de la muchacha y son felices para siempre. No me digás que no arrastrás esa muletilla. ¡Si vivís reclamando que las viejas son todas unas locas que solo se van con los maes güeisos que las tratan mal! Mirá, es común que a los chicos buenos se les confundan los papeles. El caballero que rescató a la princesa recibió el reino como premio. O sea, no es descabellado pensar que vos te merecés un premio cada vez que no sos malo. ¿Hacés cosas buenas por las chicas que te rodean esperando cosas a cambio? ¿Qué clase de cosas esperas? ¿Sexo? Te lo pregunto porque me parece curioso que hayamos naturalizado con tanta facilidad el nefasto concepto de friendzone, cuando precisamente implica que nosotras deberíamos ser más agradecidas con los buenos muchachos y darles un premiecito de vez en cuando a cambio de que no nos manipulen, acosen, maltraten, violen, golpeen, maten. Qué fuerte, ¿verdad?
Amigo: te tengo una noticia. Sé que ya no me soportás. Seguro pensás que soy muy dada de mí misma, que nunca culeo y eso me tiene amargada o que me creo más inteligente que vos. Qué pesadez la mía. Y todo bien, llevo más de mil palabras siendo una bruja sarcástica y reclamándote que sos «demasiado bueno para este mundo». O sea, no me quedás bien con nada, lo cual viene a comprobar, una vez más, que a las mujeres no se nos queda bien con nada. Pero si ya llegaste hasta acá, la noticia es esta: te necesitamos malo. En un pasaje hermoso de los Cuentos de mi tía Panchita, dios le da un gran consejo a un pobre buenazo al que todo el mundo se le monta. No tengo el libro a mano para hacerte una cita como corresponde, pero el consejo va más o menos de lo siguiente: en la vida no podemos ser «buenos buenos». Necesitamos un poquito de malicia. Sin nuestra malicia, la maldad verdadera se extiende como una mata de ayote y cubre lotes enteros, se come todo a su paso. Entonces no basta con ser buenos, ¿ves? No basta con #notallmen. Porque, ¿qué gano yo con que no todos los hombres sean iguales? Digo, enhorabuena no son todos iguales, porque imaginate: si solo unos cuántos poquitos enfermos son agresivos, agresores, depravados y aún así tantísimas mujeres sufrimos acoso, violencia sexual y a tantísimas las matan, ¿qué sería de nosotras si todos fueran así?
Entonces, amigo, te pido que seás un poco más malo. Que desconfiés de los otros hombres, especialmente de los que son muy, demasiado buenos para ser verdad. Que me des el beneficio de la duda a mí y dejés de dártelo a vos mismo. Que les digás a tus compas que dejen de mandar esos putos videos al grupo de Whatsapp. Que le notifiqués al mae de al lado que a las mujeres también les gusta culear y que no tiene nada de malo que lo hagan tan seguido como quieran y con quien les dé la gana. Que dejés de esperar algo a cambio de tus buenas acciones y reconozcás, para vos y para nosotras, que la violencia contra las mujeres es una pandemia y es grave y hay que hacer algo para detenerla. Sé que esta solicitud va en contra de toda lógica, pero en serio, trata de explorar tu lado malo. Pensá que si nadie te estuviera viendo tal vez serías capaz de hacer algo que jurás que no harías. Preguntate sobre las razones de tu bondad. Dudá un poco de la honestidad de tus intenciones. Porque las mujeres necesitamos aliados de verdad. Y con «muchachos buenos» no nos basta.
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Fotografía de Dan Gold.