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'Da igual', de Ágota Kristóf

'Da igual', de Ágota Kristóf

No recuerdo si es Morábito quien cuenta una anécdota sobre Thomas Mann relacionada con el oficio de la escritura. En todo caso, creo haber encontrado algunas variantes de la idea, que se resume más o menos así: “no hay nadie para quien escribir sea más difícil que para un escritor”.

Recuerdo la frase mientras leo Da igual, el volumen de 25 relatos cortos de la autora de origen húngaro Ágota Kristóf. El resultado no arroja ninguna pista sobre esa enorme dificultad; al contrario, nos pone frente a lo que estoy seguro es un prodigio. Sin embargo, cuán duro debió de ser para Kristóf abandonar su país, establecerse en el extranjero, aprender una nueva lengua y dedicarse a escribir con esas nuevas palabras, en ese otro mundo.

Su trabajo, una vez que conocemos la anécdota, el accidente biográfico, se revela entonces como una lucha agónica para poder construir historias complejas con personajes vivos en medio de las circunstancias más atroces, apenas con las herramientas mínimas.

En su obra maestra, las novelas que conforman hoy la trilogía Claus y Lucas, asistimos a un relato brutal y descarnado, que cuenta la vida de unos gemelos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. El cuadro que pinta Kristóf es un museo del horror, de la alienación y de la pérdida absoluta del sentido de humanidad. Pero a la vez, el texto resulta una especie de diario de escritura y una ruta estilística.

La primera novela, El gran cuaderno, se compone de frases cortas, aceradas siempre, precisas, punzantes. Los gemelos son pequeños, aprenden las letras, escriben su diario con anotaciones sencillas. Uno intuye que la autora escoge los escasos materiales con sumo cuidado. Está aprendiendo el francés, entonces no aspira a llenar de barroquismos su novela, sino que busca la contención, la simpleza, que termina por reflejar, con la absoluta maestría de un cuento de hadas terrorífico, la reducción de las vidas de los protagonistas a unos cuantos hechos crudos, mínimos y repetidos.

Las dos novelas que le siguen, La prueba y La tercera mentira, expanden también su caja de resonancia. Conforme Claus y Lucas crecen, adquieren otras herramientas, viven otras experiencias. El francés de Kristóf también acusa este desarrollo, este crecimiento. La trilogía evoluciona estilísticamente conforme la vida transcurre. Y pasa.

En ese sentido, Da igual, su colección de cuentos (aparecida originalmente en el 2005, seis años antes de su muerte) es otra muestra de esa contención y de una capacidad de síntesis asombrosa. Si Claus y Lucas la revelan como una de las cumbres novelísticas del siglo XX (aunque aún falta mucho para ese reconocimiento), Da igual nos privilegia con una de las mejores cuentistas en muchas décadas.

La autora ofrece una serie de viñetas que exploran con agudeza e ironía la cotidianidad del matrimonio y de los papeles sociales y de género, con su represión y mezquindades (“El hacha”, “La invitación”) o las fantasmáticas relaciones parentales (“El buzón”, “El padre”). Desfilan en estas páginas personajes surrealistas que da lo mismo si habitan este mundo o solamente son sombras que vagan en medio del vacío y la nada más amarga (“La casa”, “El canal”, “La rueda”).

Por supuesto, el tema de la muerte es omnipresente: como una declaración, como un hecho más entre otros, como una venganza, como una liberación (“Los profesores”, “El niño”), todo con una voz directa que toca estos problemas con desparpajo, como una revelación, pero sobre todo como una realidad, sin más, sin adornos, sin idealizaciones de ningún tipo. El ser humano puede matar, puede matarse. Y está dispuesto a hacerlo.

Ágota Kristóf es capaz de retorcernos las entrañas con la terrible belleza de la desesperanza y la más absoluta resignación:

El niño lo mira con expresión severa.

—Pequeño —dice el hombre—, ¿por qué miras la luna?

—No miro la luna —responde el niño, molesto—. No miro la luna, miro el porvenir.

—¿El porvenir? —dice el hombre—. Del porvenir vengo yo. Y no hay más que campos yermos y embarrados. (“La casa”, p. 30)

Aun así, a pesar del horror, la música que ha aprendido Kristóf es poética y su ritmo es lírico:

Pero dame la mano mientras duermen los viejos, acaríciame el pelo, mientras el otro me toma. Ámame, Lanoé, hermano mío, amor mío, o anúdame una cuerda al cuello. (“Mi hermana Line, mi hermano Lanoé”, p. 32)

Da igual es una lección de estilo y un caleidoscopio de personajes, lugares, sueños reprimidos, augurios y pesadillas, donde no faltan el humor o el abrazo y donde la vida discurre: imprevisible, irremediablemente.


Da igual. Los 25 cuentos despiadados de Agota Kristof, Ágota Kristóf, Alpha Decay, 2021, 80 pp. Traducción de Rubén Martín Giráldez.

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