'Lila', de Marilynne Robinson
Empapada por un gélido aguacero en Gilead, Iowa, Lila busca refugio en la capilla del reverendo John Ames, quien nota su presencia y no logra despegarle la mirada.
Aquel encuentro –insignificante si Gilead no fuese más que un poblado de extensos trigales y exiguas casas– trastoca la cotidianeidad del viejo religioso, la cual transcurre entre prédicas, lecturas y un pasado que lo atormenta.
Lila llega a la capilla tras años de nomadismo. Fue rescatada o robada de niña por la vieja Doll (personaje enigmático y maravilloso), quien quería protegerla de las constantes agresiones en su hogar, una pobre choza de inmigrantes perdida en algún punto del Medio Oeste. Desde entonces, su vida gravita en la periferia de la Gran Depresión, entre hambre, rencillas y míseros trabajos.
El encuentro con Ames es el punto medio de la obra. Desde allí, una voz omnisciente lanza redes hacia el pasado de Lila y otras más hacia su relación con el reverendo. Al tiempo que vamos conociendo de dónde venía Lila cuando llegó a guarecerse en la capilla, comprendemos por qué su trato distante, su desconfianza con Ames y con su entorno en general. El encuentro entre ellos, esa historia de amor, es el encuentro entre la ingenuidad y la cultura, entre la pureza y la ficción. Lila se cuestiona las historias que le cuenta su pareja acerca de un dios, del más allá, de la compasión, el perdón y el pecado. Nada de eso existía anclada en los trigales, llevando sol y frío, y desprenderse de ese pasado es la lucha que nos cuenta este libro.
Con Lila, Marilynne Robinson culmina la trilogía que inició con Gilead y En casa. Estamos ante un extraordinario ejercicio de precisión en el que la autora abarca una misma historia desde puntos de vista distintos. Si en Lila se explora la memoria de esta desdichada joven, en Gilead, el reverendo escribe una larga carta a su retoño, y en En casa, el único amigo de Ames ve regresar a sus dos hijos, los nuevos guardianes de su vejez.
Si se lanzan a por Robinson, sugiero paciencia. Su lectura puede ser a veces ardua, no por innecesaria pesadez, sino porque las acciones se suceden lentamente. En realidad, esa es parte del encanto: dejarse llevar por esa atmósfera de quietud, donde sin embargo van transcurriendo, página a página, grandes preguntas de nuestra existencia.
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Lila, Marilynne Robinson, Galaxia Gutenberg, 2015, 300 pp.