Random Access Memories
1. En un mundo lleno de antivacunas en el que hay que volver a convencer a la gente de que la Tierra no es plana, es un poco alarmante lo que voy a decir: la racionalidad científica es también un fetiche. Despreciar todo lo que (todavía) no esté bendecido por el lente científico occidental es sospechoso. En un pasaje de su libro El secreto de nuestro éxito, Joseph Henrich menciona que algunos rituales de adivinación pueden haberse popularizado porque funcionaron como artefactos de «aleatorización» o introducción de lo random en contextos donde los procedimientos de decisión racional podrían ser menos satisfactorios que la suerte. Introducir un poco de dirección cualquiera a la incertidumbre nos permite tomar una decisión. El tarot, por ejemplo, es una herramienta para el autoexamen de la personalidad, las relaciones y la toma de decisiones, no mejor ni peor que la bibliomancia (en la que se abre un libro cualquiera y se interpreta un pasaje) o la hipomancia (en la que se observa el comportamiento de los caballos). Los horóscopos, altamente codificados como femeninos en los medios de hoy, intentan una tipología de la personalidad y una predicción del futuro vaga y fácil de acomodar a todo el mundo. Un mundo que está lleno de gente que se ríe de los horóscopos pero cree firmemente en su indicador del examen Myers-Briggs, aunque este segundo no tenga mucho más fundamento que el zodiaco, si somos honestos, y tiene la desventaja de no contar con hermosas imágenes mitológicas en el cielo.
2. El otro día hablaba con una compañera latinoamericana de cómo a nuestros países nos van a vender la distopía con promesas de seguridad. En el «distrópico» viviremos cada minuto observados y vigilados por cámaras, sensores, identificadores biométricos, lectores de placas automatizados... Todo vendrá para protegernos, con una estampita promocional del Divino Niño. En la publicidad que la empresa NEC ofrece sobre su producto de reconocimiento facial para la seguridad en lugares públicos, aparece como caso exitoso la instalación en el Estadio Atanasio Girardot de Medellín en el 2016. Las cámaras instaladas por todo el estadio son capaces de reconocer a personas «sospechosas» y monitorear sus movimientos en vivo. Sabemos, porque lo mencionan mucho, que las autoridades colombianas lo evaluaron en precisión y velocidad. Eso sí, no sabemos nada de cómo difieren los márgenes de error entre hombres, mujeres o personas de diferentes razas. No sabemos qué significa (o quién decide) qué es sospechoso, aunque por ahí mencionan vagamente gente «que ha ocasionado problemas en el pasado». La sala de control en el estadio es operada por la Policía Metropolitana, así que podría ser cualquier cosa. ¿A quién le importa, total, si logran atrapar a algunos maleantes? A los latinoamericanos nos va a llegar la vigilancia total así, cuando nos estén amenazando y tengamos que escoger entre la vida y la privacidad.
3. Micromemorias: Estoy en el patio de un CEN-CINAI con piso de cemento en Cinco Esquinas de Tibás. En el recreo los chicos juegan con llantas viejas que alguna maestra optimista ha pintado de colores. Una compañerita reparte hostias quebradas de la casa del padre, donde limpia su mamá. Sería la primera y última vez que me comí una hostia, un poco alarmada por el acceso ordinario a un objeto ceremonial.
4. Hace unos días una ola de indignación llegó hasta mi vida diaria cuando mucha de la gente que sigo en Twitter empezó a comentar la noticia de que la NASA había cancelado la caminata espacial de la astronauta Anne McClain. La versión rápida decía que la NASA «no tenía trajes de astronauta en tamaños para mujeres». Es una pequeña observación del sexismo casual de las instituciones, una puñaladita más, un recordatorio de que las mujeres en la ciencia siempre están en segundo lugar. Eso es suficiente para despertar la furia rápida de las redes sociales, la propagación de la noticia en masa, acompañada de la indignación y el sarcasmo. Nos aprovechamos para hacer nuestros chistecitos, para señalar y decir «¡¿ven cómo todavía el mundo es horrible para nosotras?!». Unos días después, cuando ya todo estaba olvidado, se cruzó frente a mis ojos una pequeña viñeta, disminuida por la captura de pantalla y su tono explicativo. La decisión de no enviar a la astronauta a la caminata espacial fue el resultado de una deliberación técnica entre un equipo científico: al evaluar que la composición corporal de la astronauta había cambiado, y dado el tiempo que quedaba para el lanzamiento, se determinó que el riesgo de un nuevo traje no probado y preparado para la misión sería excesivo. Ella por supuesto tuvo parte de la decisión, como siempre hubiéramos querido. A veces la realidad es tal como la soñamos.
5. Una amiga pone una canción de Byron Lee & the Dragonaires en sus redes sociales. Mi cuerpo se traslada al espacio húmedo bajo una casa subida en pilotes. Abajo saltan ranitas verdes con negro que, después supimos, eran venenosas. Cuando visitamos la casita de la bananera, Mari saca una bandeja del horno de una cocina eléctrica Atlas, con banano cocinado (no había nada más). El esposo de Mari es un organizador comunal, me parece, y no me acuerdo cómo se llama. Tienen hijos indistintos con los que jugamos ese día nada más, como los niños que se encuentran con alguien de la misma edad y todavía no saben que no se volverán a ver nunca. Unas vacaciones vagas en Limón, de varias en las que fuimos felices, hasta cuando vimos los helicópteros que invadieron Panamá, hasta cuando alguien se cortó el pie en la poza de los corales, hasta cuando nos quemábamos la espalda acostados de panza en la arena negra.
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