El mar me apacigua los primeros minutos, las primeras horas. Pero muy pronto, el refugio se transforma en una angustia difícil de asimilar, es un abismo irreconciliable, sobre todo por su incompatibilidad con la vida.
Por Silvia Piranesi
Todo en Anzuelo
El mar me apacigua los primeros minutos, las primeras horas. Pero muy pronto, el refugio se transforma en una angustia difícil de asimilar, es un abismo irreconciliable, sobre todo por su incompatibilidad con la vida.
Por Silvia Piranesi
De vez en cuando leía alguna novela heredada de mi hermano, pero las calles del barrio, las tardes sudorosas con los amigos, estaban para mí antes que los libros.
Por Rodrigo Soto
¿Se puede ser disléxico en un medio mecánico y no cuando escribís a mano alzada?
Por Gustavo Solórzano-Alfaro
Recuerdos y conversaciones de paseantes transcurren en los hermosos jardines del suroeste de Londres. Un cuento de Virginia Woolf, en traducción recién salida del horno del chileno Antonio Ado.
Por Virginia Woolf
Joseph Beuys explicó, legendariamente, el arte a una liebre muerta. Pero ¿cómo explicar la tristeza a un conejo vivo?
Por Marvin Coto
En esta aguafuerte, Roberto Arlt le responde a un lector solemne sobre la (poca) importancia de los libros y la literatura.
Por Roberto Arlt
Lenin y Maiakovski corren en paralelo, pero a diferentes velocidades: uno calla, otro muere; uno hace, otro espera. Dos retratos en espejos convexos.
Por Martín Kohan
¿Te molesta?, me pregunta. Digo que no. En seguida pienso en correr la pierna pero no quiero ser descortés y me quedo inmóvil en esa posición.
Por Natalia López
En agosto de 1930, Felisberto Hernández comenzó a hacer estas anotaciones al encontrarse «un cuaderno muy lindo». Aquí presentamos algunos fragmentos de ese diario, en el que se cuestiona sobre la espontaneidad del estilo y la impostura de la escritura.
Por Felisberto Hernández
Elvio ha sido llamado una «máquina de narrar». Y todos saben que antes de narrar, hay que mirar: estos son los modos de ver de Gandolfo.
Por Elvio E. Gandolfo
Una carta a un puto, una serenata cafiola, un cuento que pondrá a muchos a decir, como George Costanza, «I think it moved».
Por David Ulloa