Anotaciones sobre un taller de duelo
Como el que mira un tutorial de TikTok de lo que sea y dice o piensa: “yo puedo o yo quiero hacer eso” me vi convencido por ahí de setiembre de que podía y quería dar un taller literario, luego de haber pasado por dos de ellos en los últimos años. El mío sería diferente. Tendría un enfoque. Sería para personas que –como yo– han perdido a un ser querido y están atravesando o atravesaron un proceso de duelo y quieren hablar, leer y escribir sobre eso. No tenían que hacer las tres cosas, bastaba con que se apuntaran a una. Bastaba con que vinieran a mi taller. Hice bulla en redes y contacté directamente a personas que sabía que podrían estar interesadas. Varias se apuntaron. Fue tanto el furor que tuve que crear dos grupos: el de los martes y el de los jueves. Las reuniones serían en mi casa cada dos semanas, como pasa en uno de los talleres a los que asisto. Aparte de eso, el mío sería gratis. Hice los grupos de WhatsApp y mandé el mismo mensaje largo en ambos, donde adjuntaba la dirección de mi casa y explicaba cómo iba a funcionar la primera sesión. Todo el mundo estaba emocionado y agradecido conmigo por crear el espacio.
La primera sesión del grupo del martes ocurrió el 1 de octubre. Asistieron 4 personas: C., que había perdido a su madre a principios de año; N., que había perdido a la suya el año pasado; J., que perdió a la de él cuando estaba en el cole; y M., que perdió a sus abuelos hace años y se sentía un poco culpable por ser el único del grupo en tener a sus dos tatas vivos y estar ahí como el protagonista de Fight Club que va a grupos de apoyo de dolores que realmente no tiene, pero lo apapachamos de todas formas porque es muy buena nota y cae bien. Leímos los poemas “Biografía de un hombre con miedo” de Piedad Bonnett, “Retired” de Bukowski (así como la traducción al tico que yo hice) y “Raíz de cementerio” del poeta joven costarricense Marvin Castillo. Yo les compartí un fragmento sobre la novela que estaba trabajando en el taller bisemanal al que asisto. Era un texto sobre el disco The Lion and the Cobra de Sinéad O’Connor en el que hablaba un poco sobre la muerte de mi padre y la vez que creí que me dio covid, la enfermedad que me dejó huérfano. J. se apuntó a leer un texto que ya había leído antes en el taller de F.F donde nos habíamos reencontrado el año pasado, porque el mae y yo fuimos al mismo cole y fuimos medio compillas, digamos. El texto de J. era crudo y hablaba sobre las dificultades de sentirse triste por la muerte de una madre que nunca fue particularmente cariñosa. Fue votado por M. como el mejor texto de la noche. Esta primera sesión del taller fue exitosa en la parte literaria, pero lo fue más en la parte de la tertulia y las experiencias comunes a partir de la pérdida. Eso fue lo más valioso de ese día.
La primera sesión del grupo del jueves nunca pasó. Todo mundo se puramierdó como suele suceder. Alguien se salió del grupo incluso luego de que puse que si siempre estábamos para ahora más tarde. Solo una persona mostró interés real en asistir el día que habíamos acordado y concluimos que un taller de dos personas era mejor convertirlo en una salida a tomar café que nunca sucedió, por cierto.
El grupo del martes se puso la diez y pese a las lluvias de mierda y a las presas que estas generan logramos nuestra segunda sesión con pizza el 29 de octubre. Solo N. no pudo asistir, pero estuvo en nuestros corazones. Leímos el poema “Nena” de Anuchka Ramos, que habla sobre el bajón y el duelo que sufrís cuando se te muere una mascota. Una gata en el caso de la hablante lírica del poema. Hablamos un poco de nuestras experiencias con animales muertos. Luego C. leyó un texto que se animó a escribir para el taller que tenía muchos momentos destacables y en los que ya se podía notar cuál era la voz que le gustaría configurar como narradora. Trataba sobre la tristeza que le genera acordarse de su madre cuando está de fiesta y no puede decirles a todos que paren la música y el despiche un toque porque ella ahorita solo quiere sentirse mal. “Me roza la cara una brisa toda rica en medio del asqueroso bochorno de Pedregal a mediodía y de nuevo pienso, en ella, en su presencia” dice C. en este bello relato sobre el duelo. Yo de necio leí otro texto de un libro de ensayos sobre covers que estoy trabajando en uno de los otros talleres a los que voy y en el que hablo de la relación con mi padre cuando vivía y me obligaba a ir a misa. A partir de esto, el resto de la sesión trató sobre nuestras experiencias en el catolicismo. “La primera vez que finguerié fue en un retiro de pastoral, a unos metros del Santísimo”, dijo J., en su aporte más épico de la noche.
En noviembre todos nos puramierdamos y no hubo sesión. En diciembre tampoco, porque es diciembre, obvio. En el grupo de WhatsApp hablamos de volver en enero. Si no pasa, les agradezco a estas cuatro almas en duelo, a estos grandes duelistas, por haberme ayudado a cumplir este año mi absurda fantasía de tener un taller literario. Ya puedo decir en mi biografía de escritor que coordiné e impartí en 2024 el Taller Literario Es hora dedededel duelo.
A modo de cierre quisiera, como hacía Adal Ramones en sus monólogos de Otro Rollo, decir 5 puntos sobre el duelo y la experiencia compartida de los 5 que nos reunimos a hablar de eso:
Punto número 1: cuando se te muere alguien cercano, las personas más indeseables para vos como tu expareja tóxica o los vecinos que peor te caen deciden mostrarse en tu casa o la vela o el entierro porque, según ellos, tu muerto siempre les cayó bien y ahora aparte de la muerte de tu ser querido tenés que lidiar con la presencia de la última persona que querés ver en la vida. La gente no pierde una para robar protagonismo, concluye C., y tocar los huevos, agrega M., o las tetas, dice N.
Punto número 2: la gente recordará a tu muerto por las cosas más extrañas y poco relevantes para vos, como el tío de J. que según un desconocido en la vela “era un gran catador de café” o el turrialbeño muerto al que todos recordaban por ser muy bueno tocando las campanas de la iglesia, cuenta M.
Punto número 3: si tenés un entierro católico el sacerdote va a decir varios datos falsos tuyos, incluido tu nombre, como en el caso de mi papá, (te pedimos señor por el alma de tu hijo Randall, y yo a punto de meterle un pichazo: RONALD) porque el mae no va a sacar el tiempo para leerse ni tu biografía de Wikipedia. En el entierro de la mamá de N. el sacerdote asumió que el abuelo de ella también gozaba de Dios y se dejó decir que ya por dicha doña mamá de N. estaba junto a sus padres en el cielo y el señor ahí en las bancas tipo: “diay, tuanis por matarme el mismo día que perdí a mi hija, carepicha”.
Punto número 4: los animales entienden la muerte mejor que nosotros y saben que es un acto que debe realizarse en soledad, ojalá lejos, donde nadie moleste ni llegue a verlos con cara de lástima o tragedia.
Punto número 5: qué picha morirse, legal, pero qué picha vivir también. Hoy apenas es martes, decimos todos al unísono, cuando vemos que ya se nos pasó la hora de dormir por estar ahí cagados de risa de la muerte.
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Fotografía de Alonso Chaves.