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Dos postales

Dos postales

San Pedro

Compramos un gallopinto en el minisúper antes de escabullirnos al motel que quedaba en las inmediaciones de la universidad. Era un motel como cualquiera o más bien un hotelito por horas, pero al tener un público estudiantil, la gracia es que se entraba a pie y se disimulaban las intenciones si te topabas a alguien en las únicas gradas que conducían al segundo piso.

Vos habías reservado una suite con jacuzzi porque al parecer eso era algo que se podía hacer. Yo estaba anonadada por la clandestinidad de todo el asunto. Tuve que mentirle hasta a mis amigas porque ya habíamos terminado; todo porque vos me habías dado vuelta con aquella francesa.

La habitación tenía cortinas, era raro porque no había ventanas. El jacuzzi era una tina grande pero el agua nunca calentó. Nos comimos el gallopinto junto con un litro de cerveza. Lo habíamos calentado en el microondas del minisúper, pero nos pasó que el centro estaba frío. Ni modo, igual nos lo comimos así, compartiendo un único tenedor. Mientras nos turnábamos para beber directamente de la botella, que era demasiado pesada y poco práctica. Pusimos la tele, sólo para descubrir que en todos los canales había porno.

“Buscá una con historia,” te dije, y te hizo gracia. Nos dormimos, sin cobijarnos, desperdiciando absurdamente los ahorros que tuvimos que sumar para pasar la noche juntos.

Ciudad de México

En el Museo de Antropología, en una de las salas importantes, hay unos como ladrillos del 600 d.C. Son unas piezas de barro cocidas para construir estructuras más grandes.

Encontraron que, en las caras centrales, las que no se verían una vez armada la edificación, había unos dibujos hechos a dedo sobre el material cuando aún se estaba secando. No estaban hechos para ser vistos por nadie.

Los dibujos son rostros o formas o animales, a veces acompañados de mensajes que no se entienden bien.

Yo creo que era una broma entre quienes estaban moldeando las piezas, seguro riéndose, seguro bromeando, seguro perdiendo el tiempo.

Un instante de suavidad entre la solemnidad de las grandes estructuras y las piezas ahora ornamentales y ahora en el museo.

Una postal, una estampilla para el futuro de un chiste, de una sensación, de una amistad.

Anotaciones sobre un taller de duelo

A partir de dos películas

© Samoa,