Ocho
1. No tengas sexo en un barco a menos que quieras quedar embarazada. Eso solía decirle a mi amiga Mendi su exnovio marinero.
Quiero quedar embarazada. O, más precisamente, no quiero morir sin haber tenido hijos.
Una vez fui una niña que tenía un padre. Ahora mi padre está muerto. Murió hace dos semanas. Nunca se me había muerto alguien tan cercano. Estoy tratando de prestar atención a lo que siento.
Sé que es muy pronto, pero no dejo de pensar que sigue aquí. Bueno, no aquí, sé que no está aquí, pero está en camino. Vuelve desde algún lugar. Está viniendo.
Claro que no pienso que sea mi padre en su antiguo cuerpo el que está volviendo. Es mi padre bajo una nueva forma. Pensar que tu padre pueda estar volviendo bajo una nueva forma no es algo tan malo. Estás siempre entusiasmada y preparada y atenta a la puerta.
2. El gran problema que he tenido para quedar embarazada es que no ovulo. Por ende, no tengo el período. Puedo estar así hasta seis meses.
No sé por qué pasa esto. Y después de un millón de estudios ginecológicos, los médicos tampoco parecen saberlo. Supuestamente todo está bien.
Mi teoría es que yo evito tener el período. Lo hago con el cerebro. No sé cómo, pero lo hago. Lo hago porque a pesar de que tengo muchas ganas de quedar embarazada, también tengo mucho miedo.
3. Antes de que mi padre fuera un padre, era un hombre en un barco en una guerra. La Segunda Guerra.
Mi padre había empezado a estudiar Medicina en el Instituto Militar de Virginia. Se alistó en la armada en 1944, pero después de unos meses lo dieron de baja porque, según me dijo, “no sabían qué hacer con los estudiantes de Medicina”. Así que mi padre volvió por un tiempo a la universidad, hasta que mi abuelo lo llamó desde Ohio y le dijo que la gente empezaba a hablar, y decían que estaba estudiando Medicina para zafarse del ejército. Me contó que ahí fue cuando dijo: al diablo con todo, y se alistó en la marina mercante. Era el otoño de 1945. Tenía veintiún años.
Mi padre era el Auxiliar de Administración y Enfermería en el Buque Liberty George E. Pickett. Llevó un diario de sus primeros ocho meses en altamar. Escribió mucho sobre su trabajo.
Una muestra:
El Jefe de Cocina vino a verme hoy con un posible caso de gonorrea. Voy a esperar hasta mañana para ver cómo sigue. Al menos hice que dejara de manipular la comida.
Es gracioso leer este tipo de cosas porque mi padre nunca se convirtió en doctor. Después de la guerra, volvió a la universidad y obtuvo su Máster en Administración de Empresas.
4. A veces pienso que mi problema con los niños es algo de familia. Mi hermano, que vive en Houston y es diez años mayor que yo, tuvo un problema con niños hace quince años. Él estaba en Ohio visitando a mis padres (yo estaba en la universidad), cuando de repente sonó el teléfono. Era su novia, con la que convivía, diciéndole que acababa de tener dos bebés, un niño y una niña. Mellizos.
Mis padres ni siquiera sabían que estaba embarazada. Mi hermano voló de vuelta a Houston. La siguiente noticia que tuvieron fue que habían dado a los bebés en adopción. Todo el asunto estuvo tan rodeado de extrañeza y misterio que varios años después de que sucediera, llamé a mi hermano solo para asegurarme de que fuera cierto. Porque todo lo que sabía lo había oído de mis padres.
Y mi hermano dijo que sí, que era cierto. Sonaba apenado. Mi hermano y yo no somos muy cercanos. No le pregunté nada más.
Otra cosa: mi hermano trabaja vendiendo equipos de sonares de alta tecnología a clientes como la Marina, equipos que se usan para cosas como buscar el avión de John F. Kennedy Jr. Y otra: siempre me he preguntado si esos niños aparecerán un día en nuestra puerta.
5. Estoy tratando de quedar embarazada con Frank. Frank es mi marido. Mide 1,93. Mi padre medía 1,70. Frank y mi padre se llevaban bien. Aunque el nombre completo de Frank es Frank, mi padre siempre le agregaba dos sílabas al nombre, lo volvía cantarín, “Frank-a-lín”.
Frank y mi padre nacieron y se criaron en Youngstown, Ohio. Cuando se veían les gustaba hablar de los puntos importantes de la ciudad, Market Street y Mill Creek Park, lugares que yo no conozco porque crecí cerca de Cleveland.
Y esto nunca surgió en la conversación, pero hace mucho tiempo, incluso antes de que yo naciera, mi padre había hecho arreglos para ser enterrado en el cementerio que está al final de la calle de Frank: Forest Lawn.
6. Quiero hablar con mi padre, pero ahora está muerto. Sé que no podemos tener una conversación normal así que trato de estar abierta a otras alternativas. Trato de encontrar otros modos de comunicarnos.
Justo después del funeral de mi padre, volví a Nueva York para una semana de visitas al especialista en fertilidad. Acababa de empezar con el especialista en fertilidad luego de nueve meses de no tener resultados con el médico normal.
Tenía que ir al consultorio durante una semana para que me controlaran los folículos. Por cinco días había tomado citrato de clomifeno, una droga que engaña a tu glándula pituitaria para que produzca más FSH (hormona folículo estimulante) y LH (hormona luteinizante), dos gonadotropinas naturales que estimulan el crecimiento folicular.
Una consulta de monitoreo de folículos con el especialista en fertilidad implica lo siguiente: llegar entre las siete y las nueve a. m.; poner tu nombre en una lista; esperar que la enfermera te llame; ir a que te saquen sangre; volver a la sala de espera con el brazo doblado sobre una bolita de algodón; esperar que la enfermera te llame otra vez y cuando te llama, entrar al consultorio y acostarte en la camilla con los pantalones bajos para que una de las variopintas y atractivas médicas residentes te introduzca la sonda del ultrasonido en la vagina para medir el tamaño del folículo. El folículo tiene que alcanzar los dieciocho milímetros para que te den la inyección de hCG (gonadotropina coriónica humana) que lo hace estallar y liberar el óvulo.
Tras cuatro mañanas de esto, una residente me dijo que un folículo en mi lado izquierdo había llegado a los dieciocho. Así que me pusieron la inyección y, al día siguiente, me inseminaron.
Y cuando terminaron, yo estaba segura de que estaba embarazada porque, a diferencia de todas las otras veces en que había tomado citrato de clomifeno, me habían dado la inyección de hCG y me habían inseminado, esta vez lo hacía estando mi padre muerto. Y yo estaba segura de que él estaría tratando de ayudarme.
Pero la mañana en que tenía que hacerme el test de embarazo, me vino el período.
7. 31/1/46: Ya hemos pasado ocho días en puerto en el muelle 15, Hoboken, NJ. El buque sigue sin ser asignado y sin descargar. El navío es de la clase Liberty y se llama George E. Pickett. Su tripulación y operación están a cargo de la Waterman SS Co AT 0625. El 26/1 un navío adyacente nos chocó y destruyó el pescante del bote salvavidas Nº 4. Tremendo lío. La tripulación no es un mal grupo, pero siempre están pidiendo adelantos de sueldo. El “Viejo”, A. C. Klop, holandés de nacimiento, es de lo más agarrado con el dinero. Entre la tripulación se hacen muchas apuestas sobre nuestro puerto de destino, pero éste sigue siendo un secreto.
Ahora al buque le están haciendo unas reparaciones muy necesarias. Ha estado en dique seco, lo han rasqueteado y pintado. Se le retiraron todos los cañones y monturas.
El último viaje fue a Yokohama, Japón, y duró siete meses. Algunos miembros de la tripulación original continúan en este viaje, pero muy pocos. Estoy decidido a aprender a navegar y a estudiar un poco de geografía. Muy escaso conocimiento sobre estos dos temas.
8. Antes de que mi padre muriera, yo veía el mundo como un lugar. Cuando digo lugar me refiero a espacio. Fijo. El espacio no se movía sino que las personas se movían en el espacio. Las personas y el espacio podían tocarse, pero no en profundidad.
Después de que murió, entendí que las personas y el espacio son permeables entre sí de una manera que no se aplica a las personas entre sí. Entendí que el espacio es como el agua. Las personas pueden entrar en él.
9. A mi padre le gustaban las armas, le encantaban. Mi mamá me contó que cuando ella y mi padre eran novios, él manejaba con una Luger en el hueco entre los asientos. En parte, atribuyo esto al hecho de que mi padre fue a la escuela militar y luego a la guerra. En parte, pienso que vivía en una época diferente. En parte, no estoy segura.
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Fragmento incluido en Ocho. © Chai Editora 2019. Todos los derechos reservados.
Traducción de Virginia Higa.