Todos estos mundos
A Margarita
Me pasé la vida en muchos lugares, siempre con ganas de irme y con cosas por terminar. Nunca he estado en un solo punto por mucho tiempo. Por eso me fui esta vez. Incluso ahora, aquí, estoy pensando en irme. Prefiero alejarme del ruido, la velocidad y de querer nombrarlo todo. No me hace bien.
Vine a lugares que parecen inertes: algunos fríos, rocosos, áridos, otros hirviendo o llenos de gases tóxicos. Sin embargo, todos están vivos y podrían parecerse a otras partes fuera de este planeta: sitios absurdamente alejados que se asemejan y, al mismo tiempo, no. Se comunican y tal vez se envían señales; no sé. Llegué acá para aprender de distancias, lentitud y silencio.
Tirez
Es mi primera vez en España, y está bien. Mi abuelo siempre me dijo que venir acá era una obligación, o algo más que eso. Sabía todo sobre Toledo sin haber puesto un pie aquí. Yo vine por otra cosa. Hay un frío, un PH, unas rocas, un agua, que podrían parecerse a las de Europa, una de las tantas lunas de Júpiter. Por lo tanto, los microbios en Tirez tal vez podrían existir allá. Tomo muestras a escondidas porque aún no tengo los permisos.
Explosión
Cuando Carol Cleland subió a defender su idea frente a una comunidad de científicos —supongo que en su mayoría hombres— fue abucheada al inicio. Le gritaron. Cada quien quería opinar y defender sus propias ideas, categorizar todo. La Dra. Cleland, filósofa, les señaló que definir la vida no tenía sentido, y que se tenían que enfocar en otra cosa, no en unificar un concepto, y que la mejor manera de acercarse a lo vivo es a través de las anomalías, lo raro e indefinible. Ese día fue maravilloso, como una explosión, recordó.
La Puna I
jueves 13
Subí a un pico rocoso congelado. Empezamos desde la madrugada hasta que salió el sol. Me cuesta respirar más que en cualquier otro lugar. Seguro es por mi aversión a la altura; sigo sin entenderlo: con los pies en la tierra me mareo, en el aire, no. A mayor altitud, más al pasado viajamos, dijeron en broma. Podría ser como un Marte antiguo. Eso escuché antes de desmayarme.
Margarita
Hace poco estaba pensando en la gravedad; no es algo que lo hace a uno caer al suelo necesariamente: la energía y la presión también la generan. Por eso, las cosas pueden subir e ir arriba con fuerza; el agua dentro de los árboles, por ejemplo.
También pensé en algo que le dije un día sobre las estrellas supermasivas que empiezan en el desorden, en el caos aparente. Digo aparente, porque es uno quien tiene percepción del tiempo y lo caótico, al menos hasta donde sabemos. Al gas hirviente no le importa si lo que hace es un desorden o cuánto dura convirtiéndose en otra cosa. Pienso en la paciencia que las personas necesitamos tenernos. En las cosas ajenas que me caen mal, en las mías, en las suyas. En las otras en que usted y yo no calzamos. O cuando ya dejemos de querernos, de soportarnos. Es raro, pero siempre pienso en eso, en que esto va a moverse hacia otra cosa porque uno solo va pasando. Últimamente, lo tengo muy presente; en los niveles más fundamentales de la vida no hay distancias, tampoco tiempo.
Islandia I
Estoy seguro de que ya sabe esto, pero quiero volver a ponerlo en algún lado. Ahora que ando por acá, lo único que puedo es escribir son pequeños párrafos porque el frío es mucho, aunque no es tanto eso, sino el viento que me distrae. Es abrumador. Pero en el sentido que a mí me gusta: atraviesa y le da vuelta a todo. Acá las piedras congeladas son como flores: hacen jardines grises y duros, pero absorben, tienen memoria e imaginan cómo podrían ser las cosas más adelante, en el futuro, digamos. Eso vine a buscar.
Uno de los indicadores que señala si es posible o no la vida se llama ATP, un compuesto que activa casi todo. Entonces escarbo en los lugares menos probables para encontrarlo: recojo las piedritas, las seco, las muelo, pasan por una especie de centrífuga y me aferro a cosas que nunca comprobaré. Crucé este país helado para hacer lo mismo que hacía en casa.
Vida celular
Toda la vida está contenida. La envuelve una membrana, una envoltura histórica que guarda información y que separa lo que está adentro de lo que está afuera. Al menos en la Tierra. Al menos es una de las opciones que tratan de definir la vida. También se sabe que lo que nos estructura se formó con el universo, en ese origen tan en broma, tan en serio. A estos niveles, parece absurdo buscar una separación que es evidente: allá a lo lejos y acá tan cerca todo, tan único. Pero no lo es tanto; es decir, esa división no siempre es tan clara: esa membrana que nos separa también nos constituye.
La Puna II
lunes 24
Sigo en esta parte del mundo. Nada pasa por casualidad —insisto en recitar lo mismo siempre que regreso—. Perdí la vista unos segundos, no sé por qué. Cuando escribo, lo hago más breve y tampoco lo entiendo. La enorme diferencia, creo, es que sigo pensando en contarle lo que veo. Pienso en escribirle como usted lo haría: hay dos casas pequeñas, viejas y arrugadas, eso parece. Dos señores que viven juntos, animales, pasto pequeño, una granja y las aves vienen cada cierto tiempo. Camino con botas sobre la sal. Hay espejos rosados en el suelo y todo brilla.
Leyes universales
A Kershenbaum le interesa la función sobre la forma. También encontrar las características que permitan generar leyes universales de la biología. Señala que estas son compartidas con otras formas de vida en cualquier parte del universo y que determinan cómo resolver los “problemas capitales de la vida”: encontrar alimentos, evitar ser comido y reproducirse. También dice que en todo el Universo la vida requiere dos cosas fundamentales: energía y espacio. Algo que la mueva, la active y dinamice, porque, según las leyes de la física, sin un aporte constante, los sistemas se deterioran y desordenan. Y, además, dónde desarrollarse: un espacio, porque la vida se reproduce y expande.
Antártida
Este es el momento del año en que hace calor. 1° C, un verano de 15 días. Vine a levantar piedras, de nuevo. Hay ecosistemas enteros en ellas. Microclimas hacen posible que la temperatura no sea como la del exterior. Podría ser como en Marte. Aunque hace falta comprobarlo. Aún no estoy seguro si quiero que eso pase o si me tocará verlo.
La Puna III
miércoles 25
Dejé de sentir la temperatura, pero toco los olores. Escuché el grito de un colega antes de meter las manos en las fumarolas.
Fueron solo unos segundos, no sentí nada. Me envolvieron los dedos en algunos paños húmedos y cremas. Nadie sabía por qué lo había hecho, ni yo. Todo se volvió lento y los reclamos no tenían mucho sentido para mí. Justificaban por qué no podía estar con ellos. Me gritaron, pero yo no escuchaba. Veía el sonido, eso sí. Es difícil que vuelvan a confiar en mí después de eso. No los culpo; tienen razón, pero sigo creyendo que yo también la tuve.
Danakil, Etiopía
Dicen que es una entrada al infierno. Es raro que lo pongan así. Quizá por el calor extremo. Estamos a 200° C, eso es mucho incluso para mí. La Dra. Lynch está probando instrumentos que resisten la acidez y la temperatura. Los tira al agua hirviendo y vuelven intactos. Encuentra secuencias de ADN a su regreso y llora cada vez que pasa. Siento que ella es parte de esto, que sus brazos son de vapor y lava, que ella es un volcán. Es enorme y se sonroja por sus méritos. La admiro y la envidio.
Materia oscura
Acabo de leer lo que usted me presentó: algo que no vemos nos acerca / algo que no sucede nos ha sucedido. Que nos alegremos porque casi nada es visible, por todos los desvíos que no tomamos.
Atacama
Tengo malos recuerdos de Chile, recuerdos tontos, pero malos. Ella estaba cuando vine la primera vez porque aquí también hay muertos. Los estaba buscando, y yo, sin saberlo, también. Los enterraron acá. Los seguimos buscando, me susurra. Prefiero aclararle que no soy científico y que no sé qué hago acá. “Parece que sí”. No volvió a hablar más y siguió escudriñando el polvo. Era un grupo pequeño, hacían un homenaje. Yo, en silencio, porque no me quedaba otra opción. “Mañana me voy”, es un viaje breve. La arena acá también recuerda.
La Puna IV
viernes 27
Ayer volví a ver a C., a la distancia, claro. Lo que me trajo aquello tan innecesario de hablar de mí mismo en medio de cráteres y microbios superdotados. Sigue igual que siempre, cambiada, pero igual. La extraño, y eso está bien. Tenía que ser así, de lo contrario no estaría aquí con las manos llenas de azufre y sal, pero intactas.
sábado 28
Descansé al fin. Ya no me incomodan las miradas de mi equipo, tampoco me duelen las quemaduras. Por eso le escribí. Quería decirle que también estoy ahí, a la distancia, todas las veces, en todos esos lugares, aunque no parezca. Aunque me quiera ir.
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Todos estos mundos forma parte de un proyecto en construcción de Luis Williams Fallas. Agradecemos a Luis por su anuencia a publicar un fragmento en el blog de Samoa.