Yo leo, tú lees, Bruce Lee
a Nacho Iraola, un titán
La semana pasada, por el cumpleaños de Paula, amiga desde hace 25 años (bodas de plata de amistad) fui a un restaurante en el Barrio Chino en el centro de Chepe, antiguo Paseo de los Estudiantes para más señas. Un restaurante de paredes emblemáticas del horror vacui. Con Mariajo quedamos ubicados, por el tetris característico de las mesas extendidas de celebraciones como esa, en un extremo y al lado de dos amigos nuevos de la cumpleañera, dos historiadores jóvenes. Probablemente representan el 30% del total de esa población académica. Antes de hablar, ya caían bien justo por lo anterior, conversando entendimos por qué eran amigos cercanos de Pau.
Las paredes todas del lugar estaban cubiertas por decenas de pinturas (reproducciones de motivos del arte pictórico oriental y no pocos acrílicos originales —¿de familiar artista de quienes manejan el negocio?—), recortes de periódicos, máscaras de baja artesanía industrial (guiño al oxímoron), recortes de revistas (aplauso por la del boxeador legendario tico Isaac Marín, legendario para los seguidores del box, número que —uno apostaría— supera al de la población de historiadores) y afiches de películas viejas. Repetida en varios de los formatos enumerados, destacaba la imagen de Bruce Lee.
No voy a caer en el acto indigno de explicar quién es. Aquí pueden abandonar, y yo lo haría en caso parecido, quienes ni lo conocen ni tienen ganas de googlear.
Fue inevitable hablar de Bruce Lee entre platos de cocina asiática y las gloriosas cervezas Tsingtao de medio litro. Repasamos algunas de sus películas, los mitos heredados de generación en generación sobre su vida pública y privada, el misterio de su muerte, etc. Lugares comunes, pues. Lugares comunes hasta que uno de ellos dijo, “¿sabían que estudió filosofía y su tesis de graduación fue sobre Hegel?”.
Como tengo ya muchas tareas que revisar y clases que montar, hoy me senté a hacer fact checking y a escribir este texto. En la edición octubre/noviembre de 2020 de la revista Philosophy Now (alto momento de la pandemia ahora que lo pienso), Matt Qvortrup, en su artículo “G.F.W. Hegel: An Introduction”, después de nombrar a buena parte del team de filosofía clásica y contemporánea (uno pensaría en incels superdotados) señala, como parte de un comentario lateral, que la tesis de graduación de Bruce Lee en la Universidad de Washington se tituló "Hegel's Theory of Synthesis".
Entré luego en un bucle de páginas silvestres de fanáticos del jeet kune do (el estilo de arte marcial que inventó Lee) que hacían copy paste de otras páginas demenciales en las que había unos como ecos debilitados de dialéctica hegeliana de la que, se supone, Bruce Lee aprovechó la tesis-antítesis-síntesis como principio útil para volar vergazos.
Una ge nia li dad, si me permiten. Ni estaba ni leí la tesis y, como no tengo 11 años, del jeet kune do pienso lo que Tarantino escenificó cuando Cliff (Brad Pitt) disminuye vergonzosamente a Bruce. Pero hasta aquí nada es excluyente: Bruce Lee, genio.
Sin embargo, hay que decirlo todo: en el anuario de graduados de Universidad de Washington (llegué por Internet Archive) se afirma que Bruce Lee fue alumno de la institución de 1961 a 1964 y se graduó de artes dramáticas.
Adiós Fenomenología del espíritu, adiós dialéctica del amo y el esclavo, adiós premisa de que la base de la realidad es el pensamiento. Es hora de usar los chacos.
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