Saupol no era fruto del azar sino de un lector, de un único lector (un ser con labios y órganos internos) capaz de provocar una avalancha en la pendiente de la nada; en efecto, alguien debió leerlo alguna vez y luego decirle a otro, sin saber que acabaría diciéndoselo a millones de personas, que el vacío que tanto habían esperado estaba por fin allí. ¿Cómo era ese lector? ¿Quién era? ¿Y qué importaba? Quizá ni siquiera existía.
Pasen a leer un fragmento de El escritor comido, una novela de Sergio Bizzio sobre un escritor que se hace pasar por muerto.
Por Sergio Bizzio